Las especialistas Gabriela Escobar, terapeuta de pareja, y Ximena Fuentes, psicóloga clínica, señalan que las experiencias de la infancia, el tipo de crianza y los modelos afectivos en el hogar influyen directamente en la manera en que amamos en la adultez. Desde los estilos de apego hasta los patrones aprendidos para resolver conflictos, estas vivencias tempranas determinan nuestras expectativas sobre el amor, la forma de vincularnos y la capacidad de establecer relaciones sanas. Identificar y trabajar estos patrones es clave para romper ciclos y fortalecer el amor propio.
Las psicólogas Andrea Sosa y Elizabeth Caravantes señalan que sanar implica enfrentar las emociones de forma consciente, transitarlas y aprender de ellas. Reprimir el dolor, en cambio, significa ignorarlo o minimizarlo, lo que puede generar consecuencias físicas y emocionales. Reconocer las señales de evasión y aplicar estrategias para gestionar adecuadamente el dolor es clave para proteger la salud mental y favorecer el bienestar.