La marejada ciclónica son columnas de agua empujadas hacia el interior por los fuertes vientos creados durante una tormenta.
En los huracanes y tifones que han azotado este fin de semana las costas de Filipinas y las dos Carolinas, en Estados Unidos, hay algo que preocupa más que los fuertes vientos: el agua.
En forma de lluvia e inundaciones masivas, el agua es la que causa la mayor parte de la devastación en una zona azotada por fuertes huracanes, ciclones y tifones incluso después de que éstos ya hayan rebajado su intensidad, advierten expertos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés).
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Y una de las peores formas más catastróficas en las que se pueden producir las inundaciones es a través de las llamadas marejadas ciclónicas(storm surges, en inglés). Éstas son a menudo la mayor amenaza para la vida y los bienes materiales de un huracán, asegura la NOAA.
De acuerdo con esta institución, de las más de 1.500 muertes del huracán Katrina en 2005 la mayoría se debieron directa o indirectamente a una marea de tormenta.
Pero, ¿qué son?
En imágenes: el impacto “catastrófico” del huracán Florence sobre la costa este de EE.UU.
La definición que ofrece el Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés) es “el aumento anormal del agua en la costa del mar o de un lago, producida por los vientos fuertes de un ciclón que ha llegado a tierra y por la baja presión de la tormenta”.
En ese sentido las marejadas ciclónicas no deben ser confundidas con la mareas de tormenta, que son un aumento anormal del nivel del agua causado por la combinación de la marejada ciclónica con la marea astronómica (es decir, la marea normal).
La NOAA explica que las marejadas ciclónicas se dejan sentir como “columnas de agua empujadas hacia el interior por los fuertes vientos que se mueven ciclónicamente alrededor de una tormenta”.
Estas marejadas ciclónicas pueden desplazarse varios kilómetros tierra adentro, llegando a zonas apartadas del litoral como ocurrió con huracanes como el Katrina en 2005, Ike en 2008 o más recientemente Florence en Carolina del Norte y del Sur.
Según el Centro Nacional de Huracanes, el fenómeno es apenas observable cuando los vientos golpean sobre aguas profundas.
Pero una vez que el huracán se acerca a tierra y a fondos menos profundos, el agua que es empujada verticalmente por estos vientos ya no puede descender lo suficiente al suelo oceánico, lo que las empuja hacia arriba.
Y por eso la peligrosidad de las marejadas ciclónicas no depende solo de la velocidad del viento, si no de varios factores, entre ellos la velocidad de avance de la tormenta, su tamaño, el ángulo de aproximación a la costa, la presión central, la forma y otras características del litoral como si tiene una pendiente pronunciada o no o si tiene bahías y estuarios.
De hecho, la escala de vientos utilizada para describir la potencia de los huracanes, no es necesariamente indicativa del nivel de marejadas que pueden producirse.
Por ejemplo, el Huracán Charley, un huracán categoría 4 que azotó Florida en 2004, produjo una marejada ciclónica de 6 a 8 pies (1,80 a 2,40 metros) cuando tocó tierra, mientras que el huracán Ike de 2008, que impactó Texas con vientos de categoría 2 produjo marejadas ciclónicas de 20 pies (6 metros) de altura.
La fuerza del aire en cualquier caso puede hacer arrastrar el agua a kilómetros de la costa, incluso a zonas secas con un suelo que no está preparado para absorber toda esa agua inundando hogares, carreteras y causando muertes por ahogamiento, la principal causa de deceso durante el Katrina.
Además, el peso del agua puede destrozar infraestructuras que no están preparadas para soportar esa fuerza.
Las consecuencias de las marejadas ciclónicas en aguas oceánicas cálidas como las de Carolina del Norte y del Sur y en Filipinas son peores, porque los vientos se alimentan del vapor de agua y cuando al agua está más caliente, hay más energía con la que alimentar al huracán.