Establecido después de la Revolución Iraní, que acabó en 1979 con la monarquía para reemplazarla con una república islámica, el sistema político iraní combina elementos democráticos y teocráticos.
Si bien su organigrama institucional resulta enmarañado, al final, el grueso del poder recae en una sola figura: la del líder supremo. Pero existen otros entes y personajes que participan de la toma de decisiones.
El papel que tiene el líder supremo en la constitución iraní se basa en las ideas del ayatolá Jomeini, el primero que ocupó este cargo y que había fungido de líder espiritual de la revolución.
Bajo su criterio, se ubicó al líder supremo en la parte superior de la estructura de poder político.
Hasta ahora, solo dos personas han ocupado el puesto, que recae desde 1989 en el ayatolá Alí Jamenei. Fue él quien tras el ataque que mató a Soleimani prometió una “venganza severa” que se materializó este miércoles con los bombardeos iraníes a dos bases estadounidenses en Irak, algo que para él fue “una bofetada en la cara” a Estados Unidos.
El líder supremo es el jefe de Estado y la máxima autoridad política y religiosa del país. El cargo es vitalicio.
Tiene como competencias nombrar puestos muy importantes que van desde el jefe del Poder Judicial, pasando por los directores de la radio y la televisión estatales, hasta los imanes que dirigen las oraciones de los viernes, tradicionales del islam.
En sus manos están los asuntos relacionados con seguridad, defensa y política exterior. Por eso, Jamenei es responsable también de designar a los comandantes de todas las fuerzas armadas, como Soleimani, además de confirmar la elección del presidente de gobierno.
Entre sus facultades de más peso también está la de elegir directamente a seis de los miembros del poderoso Consejo de Guardianes.
Pero ¿quién nombra al líder supremo? Esta tarea recae en la Asamblea de Expertos, un órgano compuesto por 88 clérigos expertos en la ley islámica que deben, en teoría, supervisar a Jamenei y que tienen la competencia de destituirlo.
Sin embargo, la Asamblea de Expertos nunca ha hecho público ningún informe sobre el desempeño del ayatolá. A esta crítica se suma la de que sus miembros se eligen cada ocho años mediante sufragio universal, pero la lista de candidatos debe ser previamente aprobada por el Consejo de Guardianes.
El Consejo de Guardianes es el organismo más influyente que hay en Irán.
Lo conforman 12 personas: seis clérigos expertos en jurisprudencia islámica y seis juristas. Los primeros son elegidos de manera directa por el ayatolá Jamenei y los segundos son nombrados por el jefe del poder judicial, que a su vez es designado por el líder supremo.
Cada tres años se renueva la mitad del Consejo.
Parte de sus competencias consiste en aprobar todos los proyectos de ley que salen del parlamento, pudiendo incluso vetarlos si los considera inconsistentes con la Constitución y la ley islámica.
También puede prohibir candidatos en las elecciones al parlamento, a la presidencia y a la Asamblea de Expertos.
La Constitución lo describe como el segundo funcionario de mayor rango en el país. Su mandato dura cuatro años y solo puede ser renovado de manera consecutiva una vez.
Es jefe del Ejecutivo y, por tanto, responsable de garantizar el cumplimiento de las leyes.
En la práctica, sin embargo, sus facultades se ven limitadas por los clérigos y los conservadores incrustados en la estructura de poder de Irán y por la autoridad del líder supremo.
Esto comienza incluso antes de su elección: todos los candidatos presidenciales son investigados por el Consejo de Guardianes, que a lo largo de su historia ha vetado a centenares de aspirantes.
Hasta ahora, Mahmud Ahmadineyad (2005-2013) ha sido el único presidente iraní que no era clérigo.
El mandatario actual, Hasán Rohaní, ocupa el puesto desde 2013. Tras haber estado en un principio en lo que luego se convertiría en el bando conservador, fue gracias al apoyo de los reformistas que consiguió llegar y mantenerse como jefe de gobierno. Aunque él se considera a sí mismo un moderado.
Rohaní ha sido el presidente más atrevido a la hora de criticar el sistema iraní. Por ejemplo, recientemente le reprochó al sector más tradicionalista sus casos de corrupción y al Poder Judicial, no investigar estas tramas como es debido. Algo muy inusual para Irán, incluso para un cargo tan alto como el de presidente.
“¿Por qué no se aborda la corrupción de grandes cifras? Llevar a algunas personas [de menor rango] a los tribunales y hacer propaganda no engaña a la gente”, dijo Rohaní en noviembre del año pasado, según publicó el Financial Times.
A menudo, cuando ha habido inestabilidad política en el país estas se han debido a tensiones entre el líder supremo y el presidente, como ocurrió durante el mandato del ex presidente reformista Mohamed Jatami (1997-2005), cuando se reflejaron de las tensiones más profundas entre el gobierno religioso y las aspiraciones democráticas de muchos iraníes.
Las Fuerzas Armadas iraníes se dividen en dos: las regulares y la Guardia Revolucionaria.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) nació poco después de la revolución de 1979 para defender el sistema de gobierno islámico que el país acababa de adoptar. Ese es su papel según la Constitución, que reserva las funciones como la defensa de fronteras y mantenimiento del orden interno para los otros militares.
El CGRI tiene sus propias divisiones de mar, tierra y aire, y supervisa armas estratégicas como los misiles balísticos. Se ha convertido en una importante fuerza militar, política y económica en Irán.
Se estima que está conformado por más de 150.000 miembros activos.
El CGRI está bajo el control del líder supremo y pese a tener unos 230.000 efectivos menos que la otra rama de las Fuerzas Armadas, es considerado la rama militar dominante en Irán y está detrás de muchas de las operaciones clave del país.
La Guardia Revolucionaria influye en otras partes de Medio Oriente proporcionando dinero, armas, tecnología, capacitación y asesoramiento a gobiernos aliados y a grupos armados a través de su brazo de operaciones en el extranjero, la Fuerza Quds.
Es precisamente a la Fuerza Quds, de la cual era comandante Soleimani, a la que Estados Unidos acusa de apoyo a grupos armados y de ser responsable de ataques en Irak y en otras partes de Medio Oriente que provocaron la muerte de cientos de militares estadounidenses y aliados suyos.
El abril del año pasado, el gobierno de Donald Trump incluyó a toda la Guardia Revolucionaria en la lista de organizaciones terroristas extranjeras. Una decisión sin precedentes, ya que era la primera vez que EE.UU. metía en esa lista a un órgano gubernamental de otro Estado.
Soleimani fue reemplazado por Esmail Ghaani, su segundo al mando durante más de dos décadas. Ghaani ha prometido “continuar la causa del mártir Soleimani tan firmemente como antes con la ayuda de Dios” y, “a cambio de su martirio”, “sacar a EE. UU. de la región”.