Ciudad Guatemala

Vaginismo: “Mi cuerpo no me deja tener sexo”


"Cuando tengo sexo, siento como si alguien me apuñalara", dice Hannah Van de Peer.

  16 septiembre, 2019 - 20:29 PM

“Se ha apoderado de mi matrimonio, de mi capacidad para decidir cuándo tener hijos”, explica una mujer que prefiere mantenerse en el anonimato.

Son dos testimonios distintos, pero con una condición común: vaginismo.

La afección se caracteriza por un espasmo involuntario de los músculos que rodean la vagina.

Un trauma o abuso sexual en el pasado o una respuesta al dolor físico lo puede originar, pero en ocasiones puede suceder sin causa aparente, según la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.

Incógnita.

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Suele explicarse con un trauma del pasado, pero también puede aparecer sin razón aparente.

“Suele ser común en las primeras veces en las que se mantienen relaciones sexuales, y quizás todos lo hemos experimentado, pero las mujeres con vaginismo pueden vivir con ello toda la vida“, comenta la ginecóloga Leila Frodsham.

“Para muchas mujeres es una condición que les cambia la vida. Muchas de ellas describen lo que sienten como si les cortaran o como si agujas punzaran la piel”, continúa Frodsham.

“Yo fui a una escuela religiosa y me enseñaron que las mujeres no podían sentir placer durante el sexo en absoluto, ya que podía resultar en un doloroso y sangriento desorden, embarazo o enfermedades de transmisión sexual”, cuenta Van de Peer.

Y agrega: “Siempre me enseñaron que perder la virginidad me dolería. Y de hecho se siente como una barrera, como un cuchillo que se inserta y se gira en la vagina. Es realmente doloroso”.

Vaginismo.

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“Siempre me enseñaron que perder la virginidad dolería. Y de hecho se siente como una barrera, como un cuchillo y que se inserta y se gira en la vagina. Es realmente doloroso”.

Van de Peer comenta, además, cómo se avergonzaba de su dolencia, sintiendo que era “infantil” y que se sentía como si no hubiera realizado aún la “transición de niña a mujer”.

“Creo que la gente debe madurar y conocer que esto le puede causar a cualquiera“, continúa Van de Peer.

El vaginismo, de acuerdo a la doctora Frodsham, forma parte de los trastornos del dolor sexual, que afectan aproximadamente al “7% de la población, y en mujeres que están iniciando su vida sexual puede ascender hasta el 20%”.

“El sexo es complicado, no solo es físico. Cómo nos criamos, en qué creemos y nuestras experiencias sexuales forman parte de cómo nos sentimos con respecto al sexo”, explica la doctora.

Reconoce, además, que muchos le preguntan si la educación religiosa tiene algo que ver en el vaginismo.

Religiones.

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Haber sido criado en un entorno religioso puede influir en el vaginismo.

“Sin ninguna duda influye. Hay personas que crecen en ese tipo de contexto y no tienen ningún problema. Otros, sin embargo, son como esponjas y absorben todas esas señales y comentarios”, sigue Frodsham.

Y señala, por ejemplo, que la presión de sangrar en la noche de bodas para demostrar la virginidad condiciona a muchas mujeres.

“Esa fue una de las cosas que me asustaba sobre el sexo. Vengo de un entorno musulmán, y aunque realmente no tenía que mostrar mi sangrado en la noche de bodas, siempre estuvo en mi mente“, relata también la entrevistada anónima, a quien le pondremos el nombre de Amina.

“En mi noche de bodas, sentí cómo mi cuerpo se apagaba y ni siquiera podía abrir las piernas“, dice.

Ella lo sintió como un dolor que quemaba, con los músculos estrechándose.

“Es difícil hablar sobre ello porque la gente no lo entiende. Se creen que estoy sobreactuando o inventándolo“, lamenta Amina.

Soga.

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El vaginismo dificulta las relaciones sexuales de las parejas.

El vaginismo se puede curar, y para ello la doctora Frodsham recomienda masajear con el dedo la zona pélvica sin intentar introducir nada.

“Entonces, el suelo pélvico empieza a relajarse porque se siente más cómodo y las pacientes se dan cuenta de que la vagina es lo suficientemente espaciosa como para tener sexo.

“Llevo casada más de cinco años y creo que estoy mejorando”, reconoce Amina.

“A través de la terapia he podido usar los entrenadores, a los que se les llama dilatadores y tienen distintos tamaños. No es fácil usarlos, porque no son cómodos”.

“Creo que he progresado significativamente, aunque sigo encontrando difícil tener sexo con penetración, muy difícil. Así que uso tampones y pequeños juguetes sexuales para ayudarme con la inserción”, cuenta Van de Peer.

“Por el momento solo quiero ser capaz de superarlo y dejarlo atrás, olvidarlo y sentirme normal. Ser capaz de decidir cuando tener hijos y que el dolor deje de impedírmelo en el corto plazo”, desea Amina.

Hannah Van de Peer, por su parte, quiere tener el “sexo con penetración y disfrutarlo”, y también ser capaz de caminar con un tampón mientras tiene su período.

“Como cualquier otra persona”.

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