Ciudad Guatemala

La información y las vacunas no llegan a buen puerto


En Puerto Barrios, Izabal, la pandemia pegó fuerte. El municipio está en rojo según el semáforo epidemiológico de alertas del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) y el ritmo de vacunación, a pesar de su importancia geográfica y económica, está incluso por debajo de la media nacional.

  25 mayo, 2021 - 12:27 PM

“Como ciudadano, esto está bien lento. Vemos otros sitios y no entiendo por qué Guatemala va así de lento”. Puerto Barrios es una de las principales terminales marítimas del istmo centroamericano, tiene aeropuerto, cercanía con México, hace las veces de puerta hacia el Caribe y es la cabecera departamental de Izabal, el sexto destino turístico más visitado en el país en 2019.

Con 100 mil 593 habitantes (según el censo poblacional de 2018) y una incidencia de 3 mil 517 casos de covid-19 por cada 100 mil personas, hasta el momento solo el 0.88% de porteños han sido vacunados. “El gobierno está haciendo una gestión bien, bien lenta”. Iván López, de 36 años, trabaja en el mercado La Revolución, el principal de la ciudad, vendiendo ropa. Suya es la frase del comienzo, y es de los pocos entrevistados que dice buscar estar al tanto de las noticias sobre la vacunación.

Ellos son los que reclaman un mejor manejo de la pandemia, pero no son mayoría. La desinformación generalizada hace que pocos se inmuten de que otras ciudades, incluso de mayor tamaño como Quetzaltenango, les llevan bastante ventaja.

Hasta el momento, la única población elegible para recibir la vacuna son los de 65 años o más. En Puerto Barrios hay 6 mil 472 en ese grupo. Tomando eso en cuenta, el 13.72% de los aptos para recibir el fármaco ya cuentan con la primera dosis, mientras que en la capital altense, de 12 mil 359 personas dentro del rango, el 26.96% ya fueron vacunadas.

“Aquí lo que hay es mucha desinformación, y ese es el problema; mucha gente de mi edad tiene miedo”. A bordo de su bicicleta, Héctor Amadeo Méndez Ramírez, de 78 años y otrora locutor de radio, está ya a tres cuadras del polideportivo Reina Barrios, el principal centro de vacunación del municipio, en donde recibió la primera dosis de AstraZeneca. Su frase refleja el panorama en Puerto Barrios.

La desinformación: el otro virus

Los números de Puerto Barrios respecto a la pandemia no son alentadores, y las de la vacunación aún menos. Eunice Martínez, de 23 años y estudiante de Medicina en una universidad privada, lleva el control en el puesto de registro de la municipalidad. “Mis compañeros están yendo casa a casa explicándole a la gente los beneficios de vacunarse”. Según ella, es poca la gente que se está acercando, “unos por miedo, otros por desinformación”.

Sin embargo, esa misma desinformación es la que plantea un escenario distinto a la gente. Sonia Marroquín Ortiz, de 66 años, pasó rápido a recibir la inyección antes de responder. Para ella, el proceso es “un poquito despacio, pero ellos saben, porque es su trabajo y lo llevan en orden”.

Recientemente se hizo público que una partida de 321 mil vacunas está próxima a vencerse, entre mayo y junio. Además, de las 16 millones de dosis adquiridas al Instituto Gamaleya, de Rusia, tan solo 100 mil han llegado al país. El resto unidades disponibles en Guatemala son donaciones enviadas por los gobiernos de India e Israel.

Elmer Campos Montenegro, jubilado de 73 años y que debía pasar justo después de Marroquín, no lo ve como un problema. “El caso aquí, en Puerto Barrios, es importante, porque no se ha oído nada malo. Creo que es un lío más bien capitalino”.

La madre de Delia Solís estaba, por su parte, haciendo la fila específica para vacunarse mientras ella le hacía tiempo en el graderío del polideportivo, en donde aguardan todos los familiares acompañantes de los pacientes. “No creo que haya problemas de cantidad, porque hay vacunas y no mucha gente está viniendo”, dice la joven antes de reconocer que no suele estar al pendiente de los medios de comunicación informativos.

Junto a Héctor Méndez, también en bicicleta, su esposa Angelina acababa de ser vacunada. “He oído que hay algunas próximas a vencer, pero vendrán otras. Primero Dios vendrán otras”.

Sin previo aviso

A Angelina nadie le avisó de que le correspondía, a pesar de que, por sus 75 años, entra en el rango etario. “A mí nadie me llamó. Yo vine porque mi esposo me dijo que lo acompañara, pero mire ¡qué bonito! De una vez tomaron mi nombre”.

Algo similar pasó con Carlos Humberto Pazos y Pazos, quien llegó al centro de vacunación desde Santo Tomás de Castilla, a 4.6 kilómetros de Puerto Barrios. “Yo había tomado la decisión de no vacunarme, pero vi que mucha gente lo estaba haciendo, así que tomé un taxi y me vine”. De 68 años, ya puede decir que recibió la primera dosis de AstraZeneca.

Información como cura

Los interrogantes aparecen, sobre todo, entre quienes explican que están al tanto de las noticias nacionales. Uno de ellos es don Salvador López, de 75 años y que maneja un taller de costura en el mercado La Revolución. “Yo me leo el periódico entero todos los días, y ahí me doy cuenta del problema que hay con las vacunas. Lo que yo opino es que el que tiene toda la culpa es el presidente”.

A pocos locales del suyo, Iván López, de 36 años, vende ropa casual. Su madre ya fue vacunada, pero cree que “como ciudadano, esto está bien lento. Vemos otros países y no sé por qué Guatemala va tan lento”.

Poca preocupación, poca precaución

Por el malecón, cuyo telón de fondo son los contenedores recién arribados o a punto de zarpar en grandes cargueros y que queda separado de Livingston, nada más, por la bahía, son pocos los turistas que pasean. Dos familias; son guatemaltecos, pero no de Izabal. El sol les pega en la frente, también en la nariz y la boca, pues solo los mayores portan mascarilla.

En el mercado municipal, la escena se replica y se multiplica; ni los vendedores ni los consumidores la llevan en todo momento. Tan solo cuando se acerca otra persona tiran del cubrebocas para que cumpla su función. A la entrada está marcado que el uso de ella es obligatorio, y se pide guardar la distancia. Sin embargo, los estrechos pasillos lo dificultan, y no hay autoridad presente que haga cumplir la norma.

Y sobre la autoridad, Angelina de Méndez tiene un pensamiento para el presidente Alejandro Giammattei: “aparte de que es doctor, él tiene que saber que nos tenemos que vacunar; ojalá que dios le de la inteligencia”.

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