Ciudad Guatemala

En Quetzaltenango no hay miedo a la vacuna para el covid-19, pero tampoco mecanismos eficientes de comunicación


El 1.84 por ciento de sus 180 mil 706 habitantes (dato del censo poblacional 2018) ya comenzó su proceso de inmunización.

  28 mayo, 2021 - 20:11 PM

“¡La gente es muy material! Lo que pasa es que no entienden. El presidente tiene razón; el que se quiere vacunar, que busque cómo hacerlo”. Violeta Olivia López tiene 72 años. Camina frente a una fachada neoclásica en Quetzaltenango, cabecera del departamento homónimo.

Hace referencia a las palabras de Alejandro Giammattei, quien el jueves 27 de mayo dijo que “no es chance del presidente llevar a las personas a vacunarse”.

“Vi en las noticias que muy poca gente se está vacunando, pero ¿cómo van a hacerlo, si no tienen la información?”. Pedro Coloj reconoce la baja afluencia en los centros de vacunación, pero le atribuye eso al desconocimiento de la gente sobre cómo registrarse.

Punto convergente, punto divergente

Como cierre de la gira #VacunasYa de Prensa Libre y Noticiero Guatevisión por diferentes puntos de la geografía guatemalteca, en Quetzaltenango, los entrevistados coinciden en una cosa: las autoridades encargadas, sean del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, sean directamente de la Presidencia, no se han encargado de transmitir suficiente información sobre el proceso de vacunación para el covid-19.

Sin embargo, mientras que algunos lo ven como un problema, para otros es normal.

Uno de ellos es Jorge Fuentes López, taxista. “Él (Giammattei) está haciendo buenas cosas, y si el pueblo no lo acepta, ya es problema de ellos”. Tal y como doña Violeta, él no cree que sea tarea de las autoridades el ir avisando a la ciudadanía.

López, a sus 76 años, ya recibió la primera dosis de la vacuna.

Floriselda Reyes también arroja el hierro a la población. “Nosotros los ciudadanos somos los que no cooperamos. Le damos la responsabilidad a nuestras autoridades, pero no. La responsabilidad ha de ser mutua”, comenta esta laboratorista del centro Rodolfo Robles.

Al otro lado de la moneda, el escollo que resulta no haber sido informados del proceso.

Andando por las escaleras del Teatro Municipal, Pedro Coloj reclama que “esto está muy complicado. Una información real no se tiene. Tratamos de ver el noticiero para enterarnos, porque las autoridades no dicen nada”. Él, trabajador del Ministerio de Educación de 57 años, lamenta que si la gente no se va a vacunar, no le llegará el turno a él tampoco.

Caminando hacia el parque, José Humberto Barrios, de 60 años, cuenta que él ya se inscribió para la vacunación, pero que le ha resultado algo engorroso. “La información nos viene por Facebook o por unos documentos impresos que repartió el IGSS (Instituto guatemalteco de seguridad social), pero la municipalidad y el centro de salud no nos dicen nada”. El hombre explica, también, que durante varios días el sistema informático de registro se le caía cada vez que intentaba usarlo, y que ha sido recién el jueves que logró ingresar sus datos.

Jorge Armas, vecino quetzalteco ya jubilado, señala además las barreras para otro grupo: “El gobierno no se ha empeñado en comunicar, y esto va muy despacio, especialmente en el área rural, pero parece que las autoridades no ponen empeño en llegar ahí”.

Complejidad informática

El padre y la abuela de Eddy Citalán ya están inscritos para vacunarse, aunque aún no los llaman. Sin embargo, desde la previa tuvieron contratiempos. “Yo los inscribí, pero ya cuando estás en la plataforma es un poquito difícil. Imaginate, si se me complicó a mí, para personas mayores va a ser peor”, dice este sastre de 32 años.

“Han circulado unos links para el registro, pero muchas personas mayores no tienen la tecnología, o no saben usarla”. Pedro Coloj sigue encontrándole fallos a la gestión gubernamental sobre el proceso de vacunación.

Por las calles de Xelajú se ven afiches con la dirección web en la que sus pobladores pueden inscribirse para la vacunación. Para David González es todo aún más complicado. El sentido auditivo lo tiene casi perdido, es diabético y no tiene trabajo. A sus 70 años cuenta la odisea por la que ha pasado: “Me dijeron que preguntara en la Cruz Roja, pero dicen que no tienen noticias. De ahí me mandaron al centro de salud, pero estaba cerrado. Luego me enfermé, y pasé semanas sin salir de mi casa. Ahora que ya puedo, no he logrado inscribirme aún, y sí quiero vacunarme”.

Doña Violeta, quien defiende el discurso del presidente Giammattei, tampoco sabe usar el internet. “Fui preguntando y preguntando, porque hay que entrar en la red y no se usarlo. Le pedí a mi hijo, y él me inscribió”.

Ella ya recibió la primera dosis.

Piden agilidad

Los datos, dentro de lo mal que va Guatemala, son favorables en la ciudad altense. El 1.84 por ciento de sus 180 mil 706 habitantes (dato del censo poblacional 2018) ya comenzó su proceso de inmunización. Si se toma en cuenta a, nada más, la gente elegible para recibir la vacuna; es decir, los de 65 años o más, el 29.96 por ciento ya fue inyectado.

También es de las más afectadas por el covid-19. El semáforo de alertas epidemiológicas del MSPAS la sitúa en color naranja, a un paso de la peor calificación. Además, la incidencia acumulada es de 5 mil 157 casos por cada 100 mil habitantes.

“Se está haciendo muy poco. Mis hijos ya quisieran vacunarse, ¡pero a saber hasta cuándo van a hacerlo”. Floridalma Álvarez, como tantos otros vecinos, cree que la lentitud ha sido el principal pecado del gobierno en este proceso.

Siguiendo el cronograma actual, a Sheiry González le queda mucho trecho hasta poder ser inyectada con el fármaco. Tiene 19 años y, para ella, “el presidente debería centrarse más en comprar vacunas o adquirirlas de otros lugares pero, desgraciadamente, creo que no se ha puesto las pilas”.

En la misma línea habla Soraya, de 38 años, que atiende un puesto de frutas en el mercado. “Va muy lento, porque son dos dosis y tendrían que apurarse un poquito para que nos toque a todos. No sabemos hasta cuándo va a terminar esta pandemia”, dice antes de que su vecina de comercio, Rosmery Pérez, opine que “somos muchos los jóvenes los que queremos vacunarnos”.

Dentro de los defensores del gobierno también reconocen que el ritmo va muy al ralentí, pero no lo ven como algo negativo. Jorge Fuentes dice que “va un poquito despacio, pero ya vendrán nuevas vacunas”, y doña Violeta cree que lo que no tiene la gente “es paciencia para esperar; son muy necios”.

Pareciera que en la capital del efímero Estado de Los Altos, mientras la discusión se centra en si Giammattei tiene razón o no sobre su gestión, o en qué tan complejo resulta registrarse para comenzar el proceso de inmunización, las preguntas sobre qué pasó con el dinero destinado a las vacunas o por qué estás no han arribado al país quedan opacadas.

 

 

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