Ciudad Guatemala

Más de cien años para que padezca soledad


Esta semana fue el cumpleaños de Gabo. Lo llamo así, como si lo conociera; más que escritor o narrador omnisciente, o erudito o satírico, es un cuate para quien lo lee.

  22 marzo, 2018 - 18:14 PM

No sé realmente qué es lo más genial de su travesía, si su vida o su literatura, porque parece que una supera a la otra. No sé tampoco cuál a cuál.

Cuenta Joaquín Sabina que una vez se lo topó y, al preguntarle el trillado “¿cómo has estado?”, esperando un  (también trillado) “bien gracias”, el Nobel colombiano le respondió: “Preocupado. Hace tiempo que no me hago caso.” Y tal vez tenía toda la razón.

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Durante la recta final de su vida, pasó peleando con otro Nobel, Mario Vargas Llosa, reconciliación que nunca acaeció después de aquella noche que acabó en golpes (y no bajos) y un ojo morado. Seguramente era Márquez empezando a no hacerse caso.

Tiene una foto en Normandía con Pablo Neruda (su buen amigo) agarrando irónica y picarescamente una estatua, como dos niños abnegándose a la idea de crecer. Muchas fotos con Julio Cortázar, en Argentina, en Colombia, en París, tierra neutral, como dijo Arjona.

Vivió conforme la risa. La frase picosa y cómica. La frase astuta que tantas veces le sobró a Woody Allen y le escatimó a Coelho. Prueba de ello aquella conferencia que dio, en donde insistió con suma seriedad: “por favor, los que se vayan a salir por lo aburrido de la conferencia, háganlo en silencio para no despertar a los que se quedan”. Fue algo así, no es literal.

De hecho, todo lo que digo de Gabriel García Márquez lo hago de memoria. De cosas que de él leí hace mucho y hoy rebotan en mi imaginario, dejando el eco en este papel web.

Quizá tenga erratas, pero en mis tiempos de estudiante de periodismo, lo recuerdo como el referente de lo que yo quería: hacer literatura que casi casi fuera periodismo, contrario al periodismo que se hace casi casi literatura.

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Nació en Aracataca, aquella provincia que suena como canción de Toño Rosario. Quizá de ahí heredó la jocosidad y el dinamismo de forma de escribir y de vivir, que quizá sean la misma cosa.

Falleció un triste abril. No es que el Coronel ya no tenga quién le escriba, es que ya no tiene quien LO escriba. Y sí: se necesitarán más de cien años, para que padezca soledad.

 

Con información de:
Tony Alonzo
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