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¿Un lugar en Estados Unidos sin COVID-19? Echa un vistazo al territorio de Samoa estadounidense


La cifra total de víctimas de coronavirus en Estados Unidos está superando los 70.000 y hay miles de casos nuevos a diario, pero hay una parte del país que no tiene un solo caso confirmado, mucho menos un deceso: Samoa estadounidense, un archipiélago polinesio rodeado de palmeras que se ha aislado del mundo exterior durante casi dos meses.

  10 mayo, 2020 - 17:34 PM

El trauma duradero de la pandemia de influenza de 1918, que dejó a Samoa estadounidense relativamente indemne, pero que arrasó con una quinta parte de la población de la vecina Samoa independiente, también ha influido en las medidas agresivas contra los contagios en cada etapa de la crisis.

“La vida en nuestra burbuja es un tanto única comparada con la del resto del mundo”, afirmó el obispo Peter Brown, líder de la iglesia católica romana en Samoa estadounidense. Los servicios eclesiásticos se suspendieron de inmediato cuando el coronavirus comenzó a propagarse en todo Estados Unidos, señaló.

Las escuelas se estaban preparando para salir de un cierre por sarampión que iba a estar vigente desde diciembre hasta principios de marzo, cuando se declaró un estado de emergencia de salud pública “extendido”, que entraría en vigor a partir del 23 de marzo.

“Más allá de eso, la vida es bastante normal, pero los suministros comienzan a escasear a causa de la restricción al transporte”, dijo Brown. Agregó que muchos habitantes de Samoa estadounidense seguían expectantes la cifra total de fallecimientos en el territorio continental. “Ellos necesitan la ayuda más que nosotros”, afirmó.

Durante el último mes, se les ha permitido a los 55.000 habitantes del territorio asistir a bares, clubes nocturnos y restaurantes, aunque en grupos más reducidos, con un límite de diez clientes a la vez. Los funcionarios públicos trabajan medio tiempo, pero no han dejado de asistir a las oficinas. La empresa privada más grande, una empacadora de atún con más de 2000 trabajadores, ha seguido en funciones.

En entrevistas telefónicas, mensajes de texto y publicaciones en redes sociales, los habitantes de Samoa estadounidense describieron la experiencia como una mezcla surrealista de alivio, aislamiento y temor por lo que le depara el futuro a este territorio, que se ubica a 2500 kilómetros de Nueva Zelanda y a 3500 kilómetros de Hawái, aproximadamente.

“Desde que se suspendieron los vuelos en marzo, el silencio de los cielos es inquietante”, comentó Monica Miller, directora de prensa de una radiodifusora del territorio.

Al observar la propagación del virus en partes de Asia, el gobernador Lolo M. Moliga actuó de manera asertiva antes que algunos de sus homólogos en otras partes de Estados Unidos para proteger a sus ciudadanos de la pandemia.

Una carretera de una aldea en Nu’uuli, Samoa Americana, el 3 de mayo de 2020. El trauma duradero de la pandemia de influenza de 1918, que dejó a Samoa Americana relativamente indemne pero aniquiló a una quinta parte de la población de la vecina Samoa independiente, ha influido en un agresivo anti-contagio. se mueve en cada etapa de la crisis. (Gabby Faaiuaso / The New York Times)

A principios de marzo, Moliga interrumpió los dos vuelos semanales del territorio con destino a Hawái y provenientes de ahí, después hizo lo mismo con los vuelos a Apia, la capital de su vecina Samoa. Desde entonces, prácticamente el único sustento del territorio es un vuelo de carga que llega de Hawái con suministros médicos y alimentos una vez a la semana.

El gobierno del territorio también se apresuró a formar una fuerza especial contra el coronavirus en marzo, e impuso una variedad de medidas moderadas de distanciamiento social, además de cierres de iglesias y escuelas. Por ejemplo, se suspendieron las reuniones públicas en salones de bingo y teatros, y las instalaciones del centro penitenciario se cerraron a los visitantes.

En ese momento, la ansiedad se intensificaba ante la posibilidad de que el virus devastara Samoa estadounidense. Grandes sectores de la población padecen enfermedades que podrían aumentar el riesgo de morir a causa de la COVID-19, como diabetes, hipertensión y obesidad.

Además, en el territorio hay escasez de trabajadores médicos y solo un hospital, el Centro de Medicina Tropical Lyndon B. Johnson, con capacidad para atender a unos diez pacientes con coronavirus a la vez.

Cuando comenzaron a surgir casos sospechosos en marzo, las autoridades expresaron su temor de no tener otra manera de analizar las pruebas de coronavirus más que enviarlas al laboratorio de salud pública estadounidense más cercano, a miles de kilómetros de distancia en Hawái, y esperar los resultados.

“Fue una época realmente aterradora, parecida a volar a ciegas en medio de una tormenta”, dijo Larry Sanitoa, miembro del Fono de Samoa, la legislatura bicameral de Samoa estadounidense, y presidente de un asilo de ancianos llamado Hope House.

Ninguna de las pruebas fue positiva, pero la tensión alimentada por una sensación de impotencia estaba aumentando en el territorio, el cual se anexó Estados Unidos en 1900 mientras formaba un imperio en el Pacífico; Alemania, y luego Nueva Zelanda, se apoderaron de la vecina Samoa, parte del mismo archipiélago.

Los habitantes del territorio tienen la nacionalidad estadounidense, no la ciudadanía, lo que significa que pueden combatir en las Fuerzas Armadas y vivir en el resto de Estados Unidos; sin embargo, no pueden ocupar puestos en el sector público y no pueden votar por el presidente ni postularse a un cargo público fuera de Samoa estadounidense.

En una carta dirigida al presidente Donald Trump en marzo, Moliga, el gobernador demócrata, afirmó que el territorio necesitaba ayuda y que estaba haciendo su parte para ayudar a otros estadounidenses, incluidos los cientos de personas que se encontraban a bordo del crucero Norwegian Jewel cuando se le permitió recargar combustible en Samoa estadounidense tras ser rechazado en los puertos de Fiyi y la Polinesia francesa.

Desde entonces, el territorio ha obtenido al menos 35 millones de dólares de ayuda federal para hacer frente a la pandemia, junto con más de 1000 equipos de prueba y una máquina para analizarlos.

Iulogologo Joseph Pereira, jefe de la fuerza especial contra el coronavirus de Samoa estadounidense, aseguró que las docenas de pruebas realizadas desde la llegada de la máquina a mediados de abril fueron negativas en su totalidad.

Con esos resultados y sin signos de transmisión local del virus, el territorio sigue siendo la única zona de Estados Unidos que no se encuentra bajo una declaratoria de desastre importante. Pereira dijo que la respuesta del territorio a los brotes recientes de enfermedades (el zika en 2016, el dengue en 2017 y 2018, y el sarampión en 2019) influyó en las decisiones tomadas a principios de la crisis.

“Nos hemos estado preparando para un problema de grandes dimensiones desde hace tiempo”, dijo.

Hay más samoanos estadounidenses que viven fuera del territorio, en lugares como Nueva Zelanda, Hawái y el territorio continental de Estados Unidos, lo que hace que las restricciones de viaje sean especialmente desafiantes para las familias que se encuentran separadas.

Unos niños venden sus verduras en el Mercado de Fagatogo, en Samoa estadounidense, el 1.° de mayo de 2020. (Gabby Faaiuaso/The New York Times)
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