Desde hace al menos tres meses, Sara, mujer de cuarenta y un años, casada, con una hija de 13 años, refiere sentirse profundamente triste, irritable, desesperanzada, siente incapacidad de disfrutar de las actividades y evita salir de casa.
En los últimos tiempos, las apelaciones a la responsabilidad individual y colectiva de la ciudadanía se repiten, a modo de estribillo machacón, en la mayoría de los mensajes por parte de políticos y representantes institucionales.
Cuando alguien tose, habla o incluso respira, lanza pequeñas gotas respiratorias al aire circundante.
Desde que se inició la pandemia actual de COVID-19 se ha vuelto la mirada hacia la grave crisis sanitaria de 1918-1919 producida por la gripe, tratando de buscar similitudes entre ambos episodios que ayuden a comprender mejor lo que está sucediendo e iluminen sobre su evolución futura.
Una de las cuestiones que más ha preocupado al ser humano a lo largo de la historia ha sido, y sigue siendo, el envejecimiento y la enfermedad.
Varias publicaciones que circulan al menos desde el 30 de mayo pasado en redes sociales y se han compartido miles de veces aseguran que el uso de cubrebocas puede crear un “cultivo de bacterias”, provocar hipercapnia y generar acidosis, repercutiendo en que el usuario contraiga cáncer. Los expertos consultados por la AFP señalan que la primera afirmación es verdadera, aunque se soluciona con medidas de higiene adecuadas, y que las otras dos son falsas.