Y por un momento, fui sordociego
Desarrollar la habilidad de sentir tantas otras cosas que pasamos desapercibidas y solamente conocerlas a través de nuestro olfato y sentido del tacto.
¿Se imaginan un mundo sin tener la capacidad de ver o escuchar? Desarrollar la habilidad de sentir tantas otras cosas que pasamos desapercibidas y solamente conocerlas a través de nuestro olfato y sentido del tacto.
Incluso esto nos enseña a ser mucho más agradecidos con los pequeños detalles que le dan una inexplicable belleza al mundo.
“No importa que sea fuera de cámaras, quiero que entiendas la forma de vida de un sordociego” – Fueron las palabras de Diana Bolaños, miembro fundadora de Fundal (organización dedicada a trabajar con personas sordociegas) quería que supiera la proeza que implicaba caminar, abrir una puerta, vestirse o convertirse en un defensor de los derechos humanos siendo un sordociego.
Con esto último me refiero a Helen Keller, quien a los 19 meses sufrió una enfermedad que le provocó la perdida completa de la audición y la vista. A partir de ese momento buscó y encontró métodos eficientes para comunicarse con el mundo, logrando ser la primer persona sordociega en obtener un título universitario.
Además de convertirse en una influyente impulsadora del voto femenino, los derechos de los trabajadores y años después la más icónica luchadora de los derechos para personas con discapacidades. Por cierto, en honor a su fecha de nacimiento, se eligió el 27 de junio para celebrar el día internacional de la sordoceguera.
Volviendo a mi experiencia con Diana, me entregó dos tapones de algodón y me dijo que me los colocará en los oídos, hizo lo mismo con una máscara negra que cubriría mis ojos.
En ese instante dejé de gozar de mi audición y mi vista, lo que por mis últimos 30 años al igual que la mayoría de nosotros habían sido los principales sentidos con los que me relaciono para con el mundo. Me puse en el rol de una persona que nunca había escuchado una sola palabra, algún sonido de la naturaleza o una melodía. Tampoco conocería ningún color, aspecto o intensidad de luz, fui un sordociego.
Es difícil explicar como estas limitaciones detonan un flujo de emociones totalmente nuevo ante el descubrimiento de cosas que en mi vida diaria conozco e incluso ignoraría o pasaría desapercibidas.
El no poder escuchar ni ver, te permite expresar únicamente las vivencias que has tenido, no conceptos etéreos sino únicamente lo que has probado, tocado o sentido. – ¨Por ejemplo ¿no existe una manera de nombrar el amor?” – Fue una de mis tantas preguntas hacia Diana, y a esto ella me respondió – “ ¿Cómo te explico? Ellos lo viven, lo sienten.”
Luego de esta experiencia, recuerdo que quiero ser una persona menos complicada, más contemplativa y agradecida, Me invitaron a ser un sordociego y espero recordarme más seguido de atender a esta invitación.