¡Huyamos! Allí llega La Diabla de Antigua…
La Diabla en su trono. El escultor le puso mucho coco a la elaboración de esa efigie. Pero cometió un terrible pecado: y fue no poner...
La crítica es muy difícil de aceptar por quien es objeto de ella. Y es que la crítica tiene muchísimas caras. Hay unas que se hacen de frente. Esas pueden llegar a agradecerse. Las otras, que se hacen a la espalda de la “víctima” es la peor, porque destruye antes de llegar a oídos del susodicho.
En Guatemala existe esa mala costumbre de ser crítico en todo. Aquí salen críticos hasta debajo de las piedras de los periodistas, de los políticos, de los gobernantes, de fútbol, de cine, teatro, circo, comida y todo lo que se pueda destruir porque no nos gustó o simplemente porque nos da la gana.
Las Inolvidables de la Semana, ese programa y segmento del Noticiero Guatevisión es un ejemplo de cómo la sátira política bien hecha, tiene sus detractores y enemigos. Y es que a nadie le gusta verse retratado de esa manera, menos cuando ni siquiera tenemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos.
La Diabla de Antigua se hizo famosa sin querer
Pero la capacidad creativa de los pueblos de Guatemala es algo que me asombra de muy buena manera. El mejor ejemplo de lo que digo son los vecinos de La Antigua Guatemala con La Diabla, una figura creada para ser quemada el 7 de diciembre, cuando por tradición se celebra “la quema del diablo”.
Estaba ella allí, toda majestuosa. Hermosa en su trono. Una larga cola sobresalía de arriba de su trasero. En las manos una especie de tridente le daba esa imagen macabra de cómo nos han dibujado por siempre que es el diablo, aunque nadie lo haya visto porque ese señor dicen que está pero nadie lo ve, por más que guía las mentes de los hombres y mujeres que caen bajo su influencia y poder.
La Diabla en su trono. El escultor le puso mucho coco a la elaboración de esa efigie. Pero cometió un terrible pecado: dejó los senos, el busto o las chiches en buen chapín, al aire. Allí cometió el peor error de su vida artística. Ese fue el motivo por el que la censura hitleriana, emanada de la municipalidad antigüeña, se aprovechara para mandarla a retirar.
Eso sí, la hora fue la más adecuada: cuando iban a sonar las campanas de la noche, aprovechando que los fantasmas estaban en el parque celebrando uno de sus ritos, que La Diabla fue removida de su trono.
Cuando los primeros rayos del sol, entre el frío de la época, iluminaron las calles empedradas de la ciudad colonial, los vecinos alborotadores que promovieron a La Diabla para adorarla a escondidas desde sus casas, se levantaron, se encontraron con la desagradable sorpresa que había sido secuestrada.
De inmediato se dio la voz de alarma se congregaron en el lugar del crimen, o más bien, en la escena del crimen. No entendían qué había pasado. Uno de ellos les dijo que se tranquilizaran, de seguro alguien iba a pedir un rescate por La Diabla. Otro, más que asustado, les preguntó si el secuestro no había sido de algún enfermo, de esos que se compran una muñeca inflable para hacerse compañía. “Es que La Diabla estaba muy bonita, muchá”, exclamó convencido de que aquello solo podía ser el acto de un enfermo sexual.
El silencio se adueño del grupo. Hasta que uno más listo que el resto les dijo: “Ya sé. El diablo ha de haber visto que su Diabla estaba muy buena y se llevó con él”. La gente allí presente no sabía si reírse o enojarse. La Diabla no le hacía daño a nadie. Solo querían hacer realidad esa tradición que viene desde tanto tiempo atrás que nadie sabe quién la empezó.
El presidente del Comité de Vecinos, responsable de la creación de La Diabla fue quien dio luz a esa oscura sensación que todos tenían en esa mañana. “Y si fue la Municipalidad la que se llevó a La Diabla”, dijo inseguro. El resto lo vio como si fuera un loco. Eso no podía ser. La Diabla no tenía nada que ver con la señora que presidía el Concejo Municipal. Cualquier semejanza, era pura coincidencia.
Pero esa percepción se hizo real minutos después. Efectivamente, era la Municipalidad de La Antigua la responsable de retirar a La Diabla de su trono. Las razones eran que esa figura provocaba sueños eróticos en quienes la veían. Peor ocurría con los más jóvenes que llegaban para tomarle fotos y luego disfrutar de su exótica y erótica visión en las oscuras paredes de sus cuartos.
¡Eso no podía ser! La presión de las familias católicas en contra de la Municipalidad fue tan fuerte, que esa fatídica noche, luego de una tormentosa sesión del Concejo, se dio luz verde a que el operativo de secuestro, lo realizara un grupo de hombres enmascarados y fuertemente armados, no fuera ser que los locos y poseídos herejes de los vecinos, salieran en defensa de La Diabla.
Lo que no se esperaban los miembros del Concejo Municipal de La Antigua Guatemala, fue la respuesta inmediata de la población que armada de digna indignación, tomó las calles, y se plantó en una huelga de hambre frente al edificio municipal, paralizaron la ciudad colonial; nadie trabajó, los buses se pusieron en las calles, los carruajes se estacionaron y sus cocheros dejaron que los caballos durmieran parados cansados de no hacer nada.
Incluso, el equipo de fútbol de Antigua, suspendió los entrenamientos. El colmo fue cuando las propias familias de los concejales salieron con sartenes y ollas a exigir la liberación de La Diabla. Hasta los colegios católicos se vieron en paro, porque los muchachos también querían de vuelta a La Diabla. Estaba muy bonita para estar presa en una bartolina, donde a saber qué le estaban haciendo a la pobre.
Ante tamaña presión social, el Concejo emitió un decreto: Devolvería a La Diabla siempre y cuando se le pusiera un brasier o sostén, y mejor si era de Victoria’s Secret y color negro, con encajes, señaló con letra grande el documento. Así fue como de nuevo La Diabla está en la salida de La Antigua. En su trono. En el lugar de donde no debieron quitarla. Si no la conocían, hoy se ha convertido en el sitio más visitado por turistas nacionales y extranjeros.
Los únicos molestos, son los muchachones que no están de acuerdo con el brasier. Dicen, entre ellos, que antes estaba más bonita.