Confesiones de un jasídico rebelde
"Mi vida, en realidad una de mis vidas, se detuvo en 2007 y comenzó otra". Ese año, Shulem Deen fue desterrado de la comunidad judía ultraortodoxa.
“Mi vida, en realidad una de mis vidas, se detuvo en 2007 y comenzó otra”. Ese año, Shulem Deen fue desterrado de la comunidad judía ultraortodoxa de la que formaba parte. Atrás dejaba cinco hijos y 30 años marcados por códigos estrictos.
Lo acusaron de herejía. Deen, de 43 años, entró de adolescente en la comunidad skver, instalada a unos 50 kilómetros de Nueva York y fundada en los años 1950 por un rabino procedente de Ucrania.
A los 18 años, con barba y peot (tirabuzones en las patillas), Shulem se casó con una mujer con la que sólo había hablado diez minutos, tuvo hijos sin saber muy bien cómo y se desvivió para llegar a fin de mes encadenando trabajos mal pagados.
Pero acabó saltándose las prohibiciones. Lo hizo de forma progresiva. Primero introduciendo la radio, luego la televisión y finalmente internet. Así descubrió un mundo nuevo fascinante.
Empezó a hacerse preguntas sobre la existencia, y sobre su matrimonio. Fue el principio de un rosario de transgresiones: abrió un blog llamado “jasídico rebelde” y se percató de que había perdido la fe.
“Cuando uno vive en una comunidad religiosa fundamentalista, hay respuesta para todo, hay un sistema que no deja lugar a la duda”, explicó a la AFP a su paso por París en diciembre.

Shulem Deen se convirtió en “apikoros” (hereje). Un tribunal rabínico decidió su suerte en una noche, haciendo de él un paria.
Lo cuenta en un libro premiado en Francia y que leyeron su madre y sus hermanos, todos ellos ortodoxos. “Les ayudó a comprender” mis decisiones, cuenta él.
Reliquias del pasado
Por el contrario, sus cinco hijos rompieron el contacto. No soportan ver a su padre con el cabello corto y sin la vestimenta tradicional. Deen es consciente de que las probabilidades de volverlos a ver son escasas.
Ahora vive en Nueva York y ha corrido un tupido velo sobre su pasado, aunque conserva algunos objetos simbólicos como el talit (chal de oración), el tefilín (cajas de cuero unidas a correas) y el shtreimel, el sombrero de piel de los judíos ortodoxos.
“Están en una caja debajo de mi cama”, dice, riéndose. “No sé porqué los guardo. Debe ser sentimental”, dice el escritor, que se declara ateo.
Por lo demás, nada de comida kósher, ni de sabbat o yidis. “Nunca me he arrepentido de la decisión de irme, pero hay algunos aspectos de mi vida pasada por los que siento nostalgia”, reconoce.
“Me ha costado su tiempo aceptar que no iba a recuperar lo que tenía allí”, explica Shulem Deen, quien recurrió a Footsteps. Esta asociación de 1.400 miembros ayuda a quienes abandonan el mundo judío ortodoxo en Nueva York.
Como era de esperar, la historia de Deen interesa a los productores de cine y ha recibido varias propuestas para adaptarla a la gran pantalla.