Si usas lentes te sentirás identificado con algunas de estas situaciones

Seamos honestos: para quienes los necesitamos, los lentes nos salvan la vida. Sin ellos, estaríamos perdidos a la hora de mirar una película (en especial, con diminutos subtítulos), ver qué autobús estamos esperando, identificar amigos en una multitud o incluso leer este artículo. Sin embargo, existen algunas situaciones que no son tan simples cuando no te puedes (o no te quieres) quitar los lentes.

Primera crisis: la ropa

Te tienes que sacar el buzo. ¿Y si intentas la maniobra con los lentes puestos… pero sin que se ensucien? Te arriesgas a que salgan volando o a que piensen que estás sufriendo un ataque de epilepsia debajo de tu ropa.

Situación compleja, Saludar

¡Compadre, tú sí me entiendes! Se aproxima otro que como tú también usa su par de lentes, y lo vas a saludar con un beso en la mejilla. Mmm, incómodo golpeteo de patillas. Podría ser peor, no rayaste la superficie del lente (ni te enredaste con los de él).

CIine 3D

Es irremediable: el mundo ha cambiado y algunos films solo vienen en 3D. Cuando intento colocar mis gafas sobre los lentes especiales (¿cuál de los dos me pongo primero?), el segundo par se me cae, o queda enclenque. Resultado: ceguera momentánea.

Cocinar

Después de buscar la receta perfecta, comprar los ingredientes, es hora de ponerse manos a la obra. Sería tanto más fácil mantener la visión si cada uno de estos alimentos no despidiera su jugo directamente en tu cara. Mientras estás en la cocina, los cristales de tus lentes son un enchastre.

La bebida caliente

Es la diferencia de temperatura, la condensación, ¡la ciencia! ¿Qué pasa cuando el vapor del café, el té o la sopa entra en contacto con la superficie vidriosa? El efecto hará que provoques fácilmente una sonrisa: lentes empañados. Precisarías unos mini-limpiaparabrisas.

Empieza a llover

Gota por gota, hasta que diluvia, y ni la capucha ni el paraguas te salvan. La lluvia garantiza que los lentes quedan empapados. ¿Por qué no te los sacaste antes? (Como si fuera tan fácil guardarlos en un apuro). Quizás no te dio el tiempo o quizás, te habías olvidado de que los tenías puestos (sí, eso suele ocurrir…) Lo que nos lleva al siguiente punto:

Cuando están sobre mis narices

Hace diez minutos que buscas tus lentes. Claro que es imposible encontrarlos porque… los levantaste y los tienes encima de tu cabeza.

No nací con lentes

Puede que recibas algunos cumplidos porque te quedan bien, pero no significa que ya los hayas incorporado a tu esqueleto. Sin embargo, estás obligado a escuchar el comentario “¡qué raro que quedas sin lentes!” e incluso, están quienes no te reconocerán cuando muestres los ojos y vayas “de incógnito”.

¡Ya te lo dije mil veces, no son transferibles!

La gente que no depende de nada para ver no entiende que los lentes no se comparten. Para ellos, son otro accesorio intercambiable. Los lentes son de uso exclusivo de su propietario, ¡por supuesto que no le vas a dejar a nadie que se los pruebe para que vea “cómo le quedan”!

Posición horizontal

Los necesitas, sí o sí, para ver una peli antes de dormir o para leer un libro acostado en la cama. Pero ahí estás, otra vez intentando acrobacias desesperadas para mantener el ángulo que te permita ver a través de ellos y mantenerlos en su lugar mientras optas por reclinarte. En cualquier momento, te quedarás dormido… con los lentes puestos.

La playa, el viento, la arena

Son las vacaciones: excelentes noticias para ti, no tan buenas para tus lentes, quienes tiemblan con solo imaginar toda esa arena volando, todos esos movimientos bruscos de vestirse, desvestirse, cremas, ponerse auriculares (¡cómo aprietan con las patillas de los lentes!) y el agua salada de la playa… Parece una combinación letal. A todo esto, recuerdas tu último viaje para conseguir tu par de lentes y piensas “¿por qué no habré elegido esos que se oscurecen con la luz solar?”

• Con información de IMujer