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Portland, EEUU: santuario improbable de inmigrantes africanos


La familia Wayemala, originaria de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, escuchó hablar de Portland en Brasil, adonde se mudó en 2016. Otros, los Muenda, por un conocido en Sudáfrica, donde se exiliaron en 2003, que les susurró el nombre de esta pequeña ciudad estadounidense.

  01 julio, 2019 - 09:28 AM

Como ellos, cerca de 300 migrantes congoleños y angoleños decidieron estos últimos meses atravesar la mitad del planeta para llegar a Portland, 3.500 km al norte de la frontera entre México y Estados Unidos. Y se unieron al torrente de inmigrantes hispanos que a pie, en tren o en bus desafían la política migratoria restrictiva del gobierno de Donald Trump.

Dotada de un generoso programa de apoyo a los solicitantes de asilo, la ciudad portuaria de 67.000 habitantes -ubicada en el estado de Maine- se ha convertido gracias al boca a boca y a las redes sociales en un nuevo santuario en el mapa de los flujos migratorios del planeta.

El 9 de junio llegaron a Maine 39 africanos en un autobús desde San Antonio. La alcaldía de esta ciudad texana alertó que varios centenares más estaban en camino.

Portland se espabiló: la municipalidad transformó su principal gimnasio en centro de acogida, aportó decenas de catres plegables, halló personal para servir las comidas y vacunar a los recién llegados. Abogados e intérpretes voluntarios de francés, portugués y lingala fueron movilizados.

La población de este estado mayoritariamente demócrata quiso contribuir: un hangar se llenó de bolsas con ropa, juguetes, calzado. La ciudad recibió más de 500.000 dólares de donaciones, entre ellos 40.000 del escritor y maestro del terror Stephen King y de su esposa, residentes de Maine.

Tras dos intentos de exilio desde 2015, en Angola y luego en Brasil -donde nació su hija Melissa en 2017- Teresa Wayemala y su marido Arthur finalmente se sintieron “bien recibidos, bien acogidos”.

– “Perdimos la paciencia” –

Con una voz dulce que apenas se eleva por encima de los gritos de decenas de niños, Teresa cuenta sus tres meses de periplo desde una favela de Sao Paulo hasta la frontera estadounidense. Más de 8.000 km en compañía de otros migrantes.

Sentada en su catre, dándole el biberón a Melissa, enumera los países que atravesó, principalmente en autobús: Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala…

Evoca dos episodios particularmente terribles: la travesía a pie por la selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá, conocida por sus bandidos y fauna salvaje, donde han muerto muchos migrantes.

Y luego la llegada a la frontera sur de Estados Unidos a mediados de abril, cuando se unieron a las miles de personas que esperan desesperadamente presentar su pedido de asilo, debido a una polémica política del gobierno Trump que los otorga a cuentagotas.

Durmiendo a cielo abierto del lado mexicano, mendigando para comer durante seis semanas, “perdimos la paciencia”, confía.

A pesar del riesgo de echar por la borda su pedido de asilo, atravesaron ilegalmente el Río Bravo, Teresa cargando a Melissa en su espalda y “el agua hasta el pecho”.

Ikoko Baseke, un congoleño de 43 años que dejó Kinshasa por Sao Paulo en enero, hace un relato casi idéntico de su periplo hasta el Río Bravo.

– Rompecabezas –

Agentes estadounidenses los esperaban del otro lado del río, en Texas. Los Wayemala fueron detenidos durante seis días, fueron registrados y les dieron una fecha en la cual deben comparecer ante un tribunal. Luego partieron en dirección de Portland con billetes de autobús pagados por donantes.

Ahora esperan que las restricciones estadounidenses no les impidan obtener asilo, y que puedan asentarse finalmente en un lugar.

“Ya nos paseamos mucho (…) Preciso descansar”, dijo Wayemala.

Una cifra desconocida de africanos, inquietos, partieron hacia Canadá, un país que mantiene una política de apertura hacia los migrantes.

Portland hace lo que puede para recibir bien a los recién llegados, pero también se inquieta.

La ciudad espera la ayuda de comunidades vecinas y de la gobernadora de Maine, Janet Mills, que visitó el gimnasio a mediados de junio, pero no ha recibido nada aún, explicó Jessica Grondin, portavoz de la alcaldía.

El programa municipal de apoyo a los solicitantes de asilo otorga actualmente 1.500 dólares por mes y por familia, y espera que éstas se beneficien dentro de seis a 12 meses del programa de asistencia estatal.

La combinación “única” de estos dos programas es probablemente la causa de la reputación internacional de Portland, sugiere Grondin.

Pero el programa municipal contaba hasta ahora con 200.000 dólares de presupuesto anual. Con unas 70 familias recién llegadas, habría que prever 1,2 millones para el año próximo, calcula.

“Somos acogedores y queremos seguirlo siendo pero hay un momento en que te dices, ‘¿cuál es la capacidad, cuál es el peso financiero que podemos asumir?'”, pregunta.

Con información de: Catherine TRIOMPHE
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