Ciudad Guatemala

La chica que pasa su vida disfrazada como el hijo que sus padres siempre quisieron tener


"No tengo otra opción", dice Sitara Wafadar. La chica de 18 años es la mayor de cinco hermanas en una familia del este de Afganistán, donde aún prevalece una antigua costumbre, denominada bacha posh.

  15 mayo, 2018 - 16:50 PM

“No tengo otra opción”, dice Sitara Wafadar.

La chica de 18 años es la mayor de cinco hermanas en una familia del este de Afganistán, donde aún prevalece una antigua costumbre, denominada bacha posh.

El vocablo darí significa “vestida como niño” y se usa cuando los padres que no tuvieron varones eligen a una de sus hijas para ser el hijo que nunca tuvieron.

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“Desde que nací he usado ropa de niño y he estado trabajando con mi padre en una fábrica de ladrillos. Me han obligado a hacer ladrillos”, dice Sitara con melancolía.

“También quiero ser una niña en mi familia, pero no tengo otra opción ya que tengo que apoyar a mi anciano padre. Mi madre está débil y somos cinco hermanas”, explica la joven en una entrevista con la agencia AFP.

Aunque por su edad ya podría liberarse de la costumbre bacha posh, Sitara dice que prefiere mantener el rol del hijo varón para evitar que una de su hermana menor sea obligada a hacerlo.

“Podría ser secuestrada”

En un país patriarcal como Afganistán, las mujeres normalmente son confinadas al hogar en las regiones más conservadoras.

Sitara vive con su familia en un pueblo de la provincia de Nangarharen, en el este del país.

El sostén familiar es una fábrica de ladrillos en la que Sitara trabaja desde que tenía 8 años. Dada la avanzada edad de su padre, la joven tiene que redoblar sus esfuerzos para llevar ingresos a su casa.

La mujer utiliza un pantalón, una camisa y sandalias como las que usan los hombres en su lugar de trabajo. Se cubre el cabello para esconder su cabello y finge tener voz grave cuando tiene que hablar con otros en la calle.

La chica que pasa su vida disfrazada como el hijo que sus padres siempre quisieron tener

“Cuando voy a trabajar la mayoría no se da cuenta de que soy una chica”, dice Sitara.

“Si se dieran cuenta de que una joven de 18 años está trabajando desde la mañana hasta la noche en una fábrica de ladrillos entonces tendría muchos problemas. Incluso podría ser secuestrada“, explica.

Aunque siempre ha anhelado tener el cabello largo, reprime su deseo por las obligaciones con sus padres y sus hermanas.

“Nunca pienso que soy una chica”, dice Sitara a la agencia AFP.

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Sostén familiar

En la fábrica de ladrillos, Sitara hace 500 piezas al día por 160 afganis (cerca de US$2) desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, seis días a la semana.

La chica que pasa su vida disfrazada como el hijo que sus padres siempre quisieron tener

“No me avergüenzo de lo que estoy haciendo pero la gente de mi edad me dice ‘has llegado a la pubertad y ahora no tienes que trabajar en la fábrica de ladrillos'”, comenta Sitara.

Y es que la costumbrebacha pochi indica que cuando una hija llega a la adolescencia tiene la libertad de vestirse como mujer y seguir su vida.

“¿Pero qué hago? No tengo otra opción”, lamenta Sitara, pues la familia también está endeudada por el tratamiento de diabetes para su madre.

La chica que pasa su vida disfrazada como el hijo que sus padres siempre quisieron tener

“No tengo otra opción que pedirle a Sitara que traiga comida, que me lleve al médico y haga trabajo para la casa, ya que mi esposo es viejo”, dice su madre Fátima.

“Desearía que pudiera usar ropa de mujer y quedarse en casa, pero no tengo otra opción, yo tampoco estoy bien“, se lamenta.

Disfrutar de la libertad

La tradición del bacha posh suele aplicarse en “zonas particularmente conservadoras” de Afganistán, explica en declaraciones a AFP el profesor de sociología Baryalai Fetrat, de la Universidad de Kabul.

Aunque es una imposición, también hay mujeres que practican el cambio de género por voluntad propia. Algunas chicas se hacen pasar por hombres para disfrutar de la libertad en las calles que les es negada.

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Sin embargo, Sitara no quiere que las otras mujeres de su familia tengan que pasar por lo mismo.

“Haré el trabajo duro porque no quiero que mi hermana menor se vista como un chico y trabaje en la fábrica“, dice Sitara.

Pero aún queda mucho trabajo por hacer.

La familia debe 25.000 afganis (unos US$350) al dueño de la fábrica de ladrillos en la que trabaja con su padre. Además, tienen que pagar los gastos médicos de su madre.

“Toda la responsabilidad está en mis hombros y los de Sitara, tenemos que proveer a la familia y devolver los préstamos”, dice el padre de la joven.

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