Ciudad Guatemala

Cómo transcurre una noche fría en el albergue de la zona 3


“Acá está su cena, frijolitos, un pan y un jugo. Sígame por acá que le tomaré sus datos." La vida de aquellos que no tienen un hogar en las noche de frío.

  16 diciembre, 2017 - 16:29 PM
Por Josué León

Erlinda Pérez, administradora del lugar, recibe a quienes buscan un lugar para resguardarse del frío. Dormir en un albergue es una vivencia cotidiana para decenas de guatemaltecos, algunos sin familia, otros adictos a alguna droga.

“Acá está su cena, frijolitos, un pan y un jugo. Sígame por acá que le tomaré sus datos. Nombre y apellidos, edad y número de DPI. En este catre dormirá usted, acá tiene un poncho y en esta bolsita hay arroz para que coma”, explica Pérez a cada persona.

Esa es la rutina para quienes llegan de manera habitual o eventual a dormir en el albergue.

Un agente de la Policía Municipal vigila la entrada, revisa mochilas, maletas y bolsas de quienes entran.

Una persona que no se identificó agradeció la compañía y dijo que habla alemán, latín y kaqchikel.

A las 2.30 horas la directora del albergue se despide de cada uno. En el lugar se hallan al menos 50 personas.

Un hombre observa un partido de futbol en su al celular. Un joven con el pelo rasta pide permiso para bañarse. La mayoría de personas en el lugar son hombres, cinco mujeres duermen del otro lado de la habitación.

Dos niños descansan juntos. Un bebé duerme en medio de sus padres, quienes le brindan calor.

Los ronquidos invaden la habitación, algunos son inquietos y se mueven con frecuencia en el catre asignado.

Se escucha un Padrenuestro. Luego de la oración el hombre se dice así mismo: “no te matés” y susurra algo a sus familiares mientras empuña su mano y la levanta al cielo. Tiene una sonda urinaria.

Otro hombre de unos 42 años espera a que todos se duerman para lavar su ropa en la pila que se encuentra en el lugar. Luego se acomodó en el catre, se puso su reloj, se acomoda unas cadenas en el cuello, se arropa con su sábana azul, se coloca sus audífonos y sintoniza una radio en su celular.

Las 22 horas los Bomberos Voluntarios llevaron a dos mujeres, un de ellas de 72 años, la otra es nicaragüense.

Una noche fría

Por fin todos duermen y el silencio solo es interrumpido por algunos ronquidos. Un poco de luz ingresa por las tres ventanas, se puede observar la sombra de algunos que se sientan y susurran algunas palabras. Otros lloran sentados en la orilla del catre.

A eso de las 23 horas se siente el descenso de la temperatura. Una ligera corriente de aire ingresa por debajo de la puerta principal.

El guardia se abriga contra para estar más cómodo mientras permanece despierto durante la noche fría.

La bebé llora y la madre le brinda consuelo para evitar que los que duermen despierten o digan algo por la interrupción.

Cómo transcurre una noche fría en el albergue de la zona 3

A la 1.30 horas del día siguiente el termómetro marca los 13 grados y el frío se siente en todos los rincones del albergue. Algunas personas se levantan y buscan entre sus pertenencias algo de ropa para abrigarse.

Poco más de una hora después el frío se hace más intenso. Algunos se ponen en pie y caminan unos cuantos pasos para tratar de calentarse, luego regresan a sus camas. Otros rumoran que es momento de levantarse y que hay que hacer limpieza.

A las 4.30 horas se levanta el primer albergado a bañarse. Una de las mujeres reclama a un hombre en la fila y le dice que hable bajo porque su hijo está dormido.

Sigue desempleada

Unos de los huéspedes habituales del albergue son Eréndira del Pilar Ortiz y su hijo, Josué, quienes pasaron la noche, otra vez, en el lugar.  Ella vendía verduras en el mercado de La Terminal, zona 4, pero se quedó sin dinero y sin vivienda.

Prensa Libre publicó su historia el 30 de noviembre último. Al día siguiente le ofrecieron trabajo, pero no ha completado la papelería solicitada, por lo que sigue desempleada y mientras no trabaje no tendrá otro lugar para vivir. No obstante, con el apoyo recibido, vende pasteles en la calle.

Todos saben a las 6 horas se abrirá la puerta del albergue para que todos se vayan. Hacen limpieza, doblan los ponchos. Lo hacen casi con cariño. Algunos volverán por la noche y otros, no.

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