Ciudad Guatemala

Un Jesús guatemalteco íntegro y honesto


Dicen que le pusieron ese nombre en homenaje al hombre más grande que piso el suelo y que al final, igual que el Jesús, fue crucificado por decir la verdad.

  09 abril, 2017 - 23:47 PM

Esta es la historia  de un hombre que murió con las botas puestas, como acostumbramos decir. Pero no por cuestiones de trabajo. Le sobrevino la muerte por haber sido alcanzado por el piropo de una alondra, convertido en un onza de plomo que le entró para cerrar sus pensamientos libres y llenos de justicia.

Siempre dijo la verdad, esa era su ley, su destino. Tal vez por eso se hizo de tantos enemigos. Pero a él no le importaba, se sentía protegido y resguardado por el espíritu del agua y las amenazas y atentados no le preocupaban.

Como cualquier ser humano sentía miedo, pero no dejaba que ese sentimiento lo paralizara.

Sabía que tenía una tarea que llevar a cabo y que el tiempo era corto. Se entregó con toda su alma al trabajo, a la tarea que tenía como misión desarrollar.

Jesús, Haroldo Sánchez Sin Reservas

Dejar un ejemplo para los demás…

No le importaba el tiempo solo dejar una huella profunda de su paso por los bosques profundos, donde se podía beber el agua pura que emanaba de las montañas. Percibía que los espíritus estarían con él hasta el momento justo y que, luego se tendría que enfrentar a quienes a través de la maldad, controlaban gran parte del pueblo.

Amaba su país por encima de los volcanes y el sentimiento era tan profundo como el fondo del mar. Esa fue la razón, por la que se enfrentó al sistema corrupto que gobernaba los llanos, donde con terror se dominaba a la naturaleza y se ponía de rodillas a los árboles de maderas preciosas.

Dicen que nació una noche con fondo estrellado y que el primer llanto se ahogó en el estampido de un rayo azul, que desgarró el eterno vacío del espacio abierto.

Para los ancianos esa no fue más que una señal de su destino contradictorio. Lo tenía todo pero murió sin nada. Su cuerpo apareció tirado, desnudo de colores, frío de soledad, boca arriba, con los ojos abiertos negándose a no ver de frente a la muerte, a quien siempre considero la mejor compañera de su angustioso viaje.

En la muerte, sus labios mantenían una sonrisa tierna y en la mirada la tranquilidad que nunca tuvo en vida. Su cuerpo se confundía con la tierra, era como el cierre del círculo, de allí donde fue creado, allí retornaba para unirse con la esencia de las cosas en un abrazo final que olvidaba rencores y creaba la armonía que traía el viento llenos de palabras que le llegaban a la gente con amor.

Su nombre, Jesús

Jesús, Haroldo Sánchez Sin Reservas

Cerca de su cuerpo inerte, anidaron los gorriones y el musgo se tornó más verde. Una fuente de agua casi seca se convirtió en un río vigoroso y el árbol de aguacate amaneció tronchado por la carga del fruto, en los pinos cercanos, una bandada de loros y papagayos rendían atronador homenaje al caído.

Siempre decía que en cada palabra buscaba el ritmo interno de su ser creativo. Que con las letras hacía versos para sentirse humano y tocar con los dedos los astros escondidos en los rincones de su mente.

Muchas veces le parecía que escribir y hablar era como crear música, tal era el sentimiento sublime que le arrancaban las letras bien escritas y las palabras bien claras y con sentido.

Sus charlas, sus frases, las reflexiones que salían desde lo más profundo de su corazón, formaban parte del museo del tiempo. Al morir, se fue a otros planos a otros paisajes, dejando el legado de la entrega desinteresada por los demás.

Ahora que no está, como ocurre a menudo, muchos lo extrañan porque con su corazón guió a los perdidos, con su voz le dio la mano a los ciegos y con sus fuerzas caminaron los paralíticos.

Y es que fue uno de los visitantes más distinguidos que pisó este teatro que llamamos vida.

Jesús, Haroldo Sánchez Sin Reservas

Estuvo un breve lapso, pero cada segundo lo vivió a plenitud, sin dobleces, ni envidias. Fue, en todo sentido, un hombre a carta cabal.

Su nombre, Jesús, a lo mejor puede parecer simple, pero su legado quedó en la eternidad del tiempo, ese que no tiene espacio ni lugar.

Dicen que le pusieron ese nombre en homenaje al hombre más grande que piso el suelo y que al final, igual que el Jesús de esta historia, fue crucificado por decir la verdad y buscar el camino para la completa liberación de su gente.

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